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Damián Szifrón: “Hay algo salvaje en todos nosotros”

El director de la exitosa película Relatos Salvajes habla con AARP.

Damian Szifron, director de Relatos Salvajes

Associated Press

Damián Szifrón

El triunfo mundial de la magnífica comedia Relatos Salvajes sorprendió, antes que a nadie, a su mismo director y escritor, el argentino Damián Szifrón, quien pensaba que fuera de su tierra natal tendría limitada aceptación. Szifrón (Buenos Aires, 1965), llevaba casi diez años de no hacer cine. Relatos Salvajes – que estrena el 27 de febero en los Estados Unidos bajo el título de Wild Tales – lo vuelve a ubicar definitivamente en la cinematografía, pero ya no solo de su país, sino del mundo. Entre los incontables reconocimientos que ha recibido Relatos Salvajes están el Goya de España; la nominación a mejor filme extranjero en la pasada edición de los Oscares (febrero, 2015) y el ser incluida en la competencia por la Palma de Oro del Festival de Cannes (2014).

¿Te sorprendieron las resonancias que ha tenido tu película en tantos países? 

Me sorprendió mucho la repercusión de la película también en Argentina, y eso que tenía buenas expectativas. Desde que empecé a dar a conocer el proyecto tuvo buena respuesta. Pero, cuando imaginaba que le podía ir bien, no imaginaba estas cifras. Que a una película le vaya bien en Argentina quiere decir que un millón de personas van a verla; en tus más ambiciosos sueños, un millón y medio, ¿pero tres millones? Eso era impensable. Cuando la exhibí fuera por primera vez y no solo la aceptaron en el Festival de Cannes, sino en la competencia oficial, fue increíble y sobre todo ver que en una semana fue vendida a todos los territorios del mundo.

¿Hay, además del gusto que obviamente te debe dar, algún temor de las implicaciones de un éxito que no te imaginabas?

Sí, creo que hay un cambio, que se expandió el  horizonte en relación a lo que puedo hacer en el futuro. Ha despertado el interés de grandes estudios, productores importantísimos, actores de renombre que quieren colaborar en mi próximo proyecto, pero yo todavía no asimilo bien el éxito. Me la he pasado viajando desde que se estrenó para promover el filme y antes que pensar en qué sigue, pienso en lo que me espera en casa: mis dos hijas, mi mujer a la que amo y con la que me gusta pasar tiempo. Fuera de eso, lo que cambió definitivamente es la audiencia. Antes imaginaba una audiencia exclusiva de mi país y ahora voy conociendo y hablando con la gente que la ve en otros países y me cuenta que aunque sean diferentes idiosincrasias, tenemos mucho en común.

¿Qué dirías que tienen en común las seis historias que componen la película?

Creo que capturan el placer de reaccionar que aparece de alguna manera u otra en cada uno de los relatos. No es solo sobre los estallidos de violencia o sobre el hartazgo o la crispación en torno a un sistema que distorsiona nuestros comportamientos, nuestros vínculos, que nos tiene muy exigidos. Eso está en la película, pero también la sensación de que vivimos en un sistema que nos hace andar con el “techo muy bajo.” En una sociedad muy exigente que nos pide triunfos que ni siquiera deseamos. Que nos exige impositivamente; que el dinero es la razón y el objetivo que todo mundo debe perseguir y que al mismo tiempo no puedes conservarlo porque todo te incita a gastarlo: posters por todos lados para que consumas esto o lo otro. Además de mucha desigualdad social que genera violencia; que es además una desigualdad social digitada, diseñada. Que nos es el  resultado del esfuerzo de cada uno. No es que si trabajas, te va bien y si no trabajas, te va mal. No, no es esa la razón de la desigualdad es que se necesita que haya gente que haga trabajos que nadie más quiere. La pobreza es funcional en este sistema, es necesaria y eso genera mucha frustración. Esta película es sobre los que estallan y creo que comprendemos el placer en finalmente reaccionar.

La última historia, parece la más arriesgada, la que está más en el límite, ¿se podría justificar como el mensaje total de la película?

Absolutamente. Pienso que somos… no, no pienso, lo sé: somos animales; así, como los perros, los monos, los tigres. No son hombres que se comportan como animales, somos animales. Obviamente tenemos un recubrimiento que los animales no tienen; podemos hablar, tenemos más memoria del pasado, podemos imaginar situaciones en el futuro,  nos podemos reprimir, callar, no demostrarlo, pero en el fondo hay algo salvaje en todos nosotros. Recuerdo que un profesor me decía: lo que no se rebela en forma diestra, se rebela en forma siniestra. El comportamiento de los novios al final de la película tiene que ver con ir hacia el fondo, fondo, fondo; sacar afuera todo lo que está molestando. Mostrarlo y decir abiertamente: “es esto; no me importa nada”. Y hacerlo delante de todos, requiere mucha valentía porque el “qué dirán” es una construcción mental que nos pesa mucho. 

 

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