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'The Walk', una caminata en las alturas

La historia de cómo el trapecista Philippe Petit conquistó las Torres Gemelas de Nueva York.


DIRECTOR: Robert Zemeckis
ELENCO: Joseph Gordon-Levitt, Ben Kingsley, Charlotte Le Bon
CLASIFICACIÓN: PG (Público general)
DURACIÓN: 123 minutos

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Si las escaleras mecánicas te marean, esta película no es para ti.

Igualmente si bajas la ventanilla al segundo de montarte en un avión o si no has tenido el valor de cambiar un bombillo de techo en 40 años.

The Walk, cuyo director-guionista Robert Zemeckis relata la vertiginosa historia del equilibrista francés Philippe Petit en su recorrido por el aire en 1974 entre las Torres Gemelas del World Trade Center, es implacable en su descripción de las profundidades mortales, horribles alturas y (literalmente) el delicado equilibrio necesario para recorrerlas.

También es, por casualidad, el mejor logro cinematográfico a la fecha en materia de películas 3D, así que no olvides colocarte esos gruesos lentes tridimensionales para verla.

Del mismo modo en que un equilibrista coloca tentativamente su primer pie al frente centímetro a centímetro, The Walk se toma su tiempo en arrancar. Cuando encontramos a Petit —interpretado con alegre buen humor y un fuerte acento francés por el élfico Joseph Gordon-Levitt— descubrimos que es un talentoso pero desconocido artista callejero parisino. Pero pronto, bajo la tutela de una estrella veterana de la cuerda floja (un paternal Ben Kingsley), alcanza notoriedad al colgar de manera oculta un cable entre las torres gemelas originales —las de la Catedral de Notre Dame— y realizar un paseo vertiginoso en el vacío generando "Ooh la-las" en la multitud que lo observa desde abajo.

Pero Petit tiene una obsesión aún mayor: está decidido a colocar un cable entre las torres gemelas del WTC de Nueva York, las cuales aún estaban en construcción en 1974. Recluta a un equipo de cómplices de ambos lados del Atlántico y comienza a trabajar en la planificación de lo que él llama repetidamente su "golpe maestro".

spinner image Joseph Gordon-Levitt como el trapecista Philippe Petit  en una escena de la película The Walk
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El comienzo de The Walk es como una película de intriga; hasta la banda sonora, interpretada por el músico nominado para el premio Óscar Alan Silvestri (Forrest Gump), tiene un toque vivaz al estilo de la película Ocean's Eleven. El equipo explora la obra de construcción, se las ingenia para entrar en los elevadores y se infiltra en una conferencia de prensa para recopilar información esencial sobre las torres en plena construcción.

Pero desde el momento en el que Petit da ese primer paso en el vacío de 110 pisos de altura, The Walk se convierte en algo muy diferente: una especie de poema visual, que crea un verso nuevo de cada tránsito por el espacio entre las torres. La música se desvanece —o al menos eso parece— y todo lo que escuchamos es el susurro del viento y el crujido del cable. Una gaviota curiosa llega en una sola pasada, al igual que un helicóptero de la policía. Eventualmente las inevitables sirenas policiales surgen de la calle. Pero Petit hace su recorrido a pesar de todo, con los ojos concentrados solamente en el otro extremo de la cuerda.

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"No mires hacia abajo" puede ser el primer mandamiento de los acróbatas, pero el director Zemeckis lo ignora de forma espectacular. Mezclando imperceptiblemente imágenes por computadora con tecnología tridimensional, su cámara se eleva por encima de Petit, se abalanza por debajo de él, realiza acercamientos de su rostro, sus pies con zapatillas, sus delicadas manos.

Y el abismo está allí debajo. En la pantalla grande se divisa lejos de nosotros como el fondo de una pintura de Dalí, las agudas líneas verticales de las torres que convergen hacia un punto de fuga en algún lugar por debajo de las calles de Manhattan. Desde los primeros tiempos de las películas 3D en la década de 1950, los cineastas han sabido que el efecto más sorprendente de la tecnología es el truco de la "estaca en el ojo" —una larga lanza o flecha horizontal que parece estar a punto de apuñalarle la cara a los espectadores. Zemeckis no pierde oportunidad de mejorar este viejo truco durante toda la película The Walk: al final, las Torres Gemelas actúan como los más sorprendentes atizadores de ojos que existen.

Zemeckis está muy consciente de los sentimientos agridulces que sentirá su público en Estados Unidos cuando vea las Torres Gemelas recreadas en toda su gloria estructural, dominando el horizonte de Manhattan como lo hicieron desde 1973 hasta el 2001. Se detiene en ellas en varias ocasiones en el segundo rollo; cada vez que un personaje dobla una esquina, parece tropezarse con ellas. Para cuando se ponen en marcha los trucos de Petit, casi nos hemos acostumbrado a tenerlas de vuelta, liberándonos para saborear la descabellada obsesión y las destrezas fuera de serie del equilibrista en lugar del trágico destino de estas dos icónicas estructuras.

En un final encantador y minimizado, Petit muestra su pase de por vida a la plataforma de observación del World Trade Center. La fecha de expiración ha sido tachada y ha sido reemplazada por la palabra "Siempre".

Nada es eterno. Pero The Walk nos recuerda que el espíritu humano algunas veces puede trascender el tiempo —y hasta los más grandes vacíos—.

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