El Día de los Veteranos es un momento en el que nuestro país se centra colectivamente en el sacrificio y el compromiso que los veteranos de nuestra nación han realizado desde la fundación de este país. Más allá de los desfiles y los discursos, las banderas izadas y los agradecimientos por el servicio, miles de familias militares (cuyos familiares, en muchos casos, han sido heridos) viven y trabajan en las comunidades locales y se dedican a cuidar unas de otras. Siempre es un privilegio escuchar sus historias.
Como en cualquier actividad compartida, los puntos en común, como servir en las Fuerzas Armadas, pueden ser lo que une a las personas. Aunque todo el mundo admitiría que cuidar de un ser querido es un trabajo agotador y desinteresado, los cuidadores de veteranos con los que hablé que ayudan a un ser querido tienen un vínculo que va más allá de lo familiar.
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Recorrer juntos el camino
Gretchen y Bob Evans, de 63 y 69 años, de Northlake, Texas, se conocieron en Afganistán en el 2005. Él era capellán en la Marina; ella, sargento mayor de comando en el Ejército (la persona alistada de mayor rango, suboficial). "El día más difícil para nosotros es el día del partido entre el Ejército y la Marina", bromea Bob.
Los miembros de la pareja entablaron una profunda amistad mientras trabajaban juntos en Afganistán, pero una relación romántica no era posible mientras trabajaban bajo el mismo comandante. En el 2006, Bob volvió a su puesto como capellán sénior de la Marina, pero siguió pensando en Gretchen. "Ella es un genio capaz de dirigir a hombres y mujeres con compasión y cuidado, pero también era una de las personas más entusiastas que había conocido", afirma.
En un momento especialmente caótico de la guerra, Bob le envió un correo electrónico a Gretchen para saber cómo estaban las tropas. "Al final de mi correo, le pregunté si en algún momento podría estar interesada románticamente en mí", recuerda Bob. Cuando Gretchen regresó a Estados Unidos temporalmente, Bob y ella conectaron, y él le pidió matrimonio.
Ambos estaban encantados por su futuro juntos, pero ninguno podía imaginar lo mucho que iba a cambiarles la vida. Cuando Gretchen regresó a Afganistán durante una visita a una base de operaciones avanzada (FOB) en las últimas semanas de su misión, resultó herida luego de una ráfaga de mortero, lo que la dejó totalmente sorda y con una lesión cerebral traumática (LCT). También recibió heridas de metralla y sufre trastorno de estrés postraumático (TEPT) a causa del incidente. Como persona resiliente que es, Gretchen estaba decidida a recuperarse y convertirse en una experta leyendo labios. Aun así, le dio la oportunidad a Bob de irse si quería cancelar el compromiso. Él no le hizo caso. "Le dije que nada había cambiado el hecho de que estaba enamorado de ella", recuerda Bob. "Nos casamos varios meses después".
Aunque su relato es una apasionante historia de amor, también implica los verdaderos desafíos que conlleva el cuidado de otras personas. "Desde el momento en que Gretchen regresó, estuve en la primera línea dispuesto a cuidarla y apoyarla", dice Bob. "Pero como capellán, sabía que no podía hacerlo todo yo solo".
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