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¿Sabes cuál es la escala de tu apetito?

Bajar de peso es uno de los beneficios de conocer tus límites con la comida.


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Blend Images / Alamy Stock Photo

Vivimos en una sociedad que gira en torno a la comida. La mayoría de las reuniones de trabajo involucran comer. Los encuentros sociales incluyen alimentos y bebidas. Si nos limitamos a lo básico, sin embargo, deberíamos comer cuando nuestro cuerpo nos avisa que necesita energía, y con el fin de mantener el adecuado funcionamiento del organismo. No sería porque es la hora establecida o porque tenemos que reunirnos con unos amigos.

Pero llegar a ese punto es irreal. Cualquier esfuerzo encaminado a que cada individuo coma a la hora que siente apetito representaría un caos familiar, social y laboral. Sin embargo, sí hay elementos que se pueden modificar.

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Para eso recomiendo alimentarnos en función de la llamada “escala del apetito”. Esto quiere decir que somos los encargados de determinar el hambre que sentimos. Tú creas tu propia escala del apetito del 1 al 10. El número 1 es un hambre feroz y el 10 equivale a comer en exceso y sentirse sumamente lleno.

El objetivo es comer cuando uno siente apetito y dejar de ingerir alimento al estar ligeramente satisfecho. Cuando sientas que llegas al número 3 de tu escala del apetito debes comer algo saludable, y en el número 7 debes parar de comer.

Al principio puede parecer difícil, especialmente si tienes la costumbre de comer “hasta reventar”. Pero poco a poco se volverá un hábito. Te percatarás que es mucho más agradable estar satisfecho que no llegar al punto de sentir malestar por estar demasiado lleno. Tendrás mayor vitalidad, te sentirás ligero y nunca pasarás hambre.

Otro elemento que debemos considerar es usar la escala del apetito solo para el hambre real. Debemos saber diferenciar las ganas de comer por aburrimiento o por ansiedad y el hambre real. Es común encontrar consuelo para ciertos estados de ánimo en la comida, pero una vez identificado el origen de las ganas de comer tenemos que actuar con la decisión correcta. Si estás en tu casa y vas a la alacena a comer un paquete de galletas, probablemente lo haces para satisfacer una necesidad de índole psíquica y no porque tu organismo necesita energía.

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Nuestra relación y comportamiento hacia la comida se adquieren y dependen de tres factores: el metabólico, derivado del hambre y la saciedad; el sensorial, los alimentos que apetecemos en función de su apariencia, olor y sabor; y finalmente, el factor cognitivo que gobierna nuestros hábitos de alimentación.

Recuerda que los alimentos que consumes reflejan cómo te ves y te sientes. Uno de los efectos más atractivos de comer en función de la escala subjetiva del apetito es que vas a mantener un peso óptimo, y si ahora llevas unos kilitos o libritas de más, las vas a rebajar. Cuando te controlas y estás consciente de lo que comes, haces selecciones más saludables; por ejemplo, escoges una fruta o una verdura en vez de engullir una pizza completa.

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Yo soy hija de una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial y ante las tremendas carencias que pasó mi madre, siempre me enseñó que había que terminar lo que estaba en el plato para no desperdiciar.

Con el paso del tiempo, me di cuenta que, si bien no se trata de tirar la comida, el ingerirla cuando ya no tienes hambre resulta peor, porque el exceso que consumes repercute negativamente en tu salud y tu figura.

Mi recomendación es que conozcas a tu cuerpo. Aprende a establecer la diferencia entre el apetito real y las ganas de comer por ansiedad u otra necesidad psicológica. Tendrás una vida más larga y de mayor calidad.

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