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Una segunda oportunidad para mejorar tu salud

La artritis, el dolor de espalda, la obesidad y los trastornos digestivos: cómo manejar algunos de los problemas de salud comunes que nos acosan en la madurez.

Marnita Wiggins-Nichols

BILLYDELFS

Al realizar pequeños cambios en su estilo de vida, Marnita Wiggins-Nichols bajó la talla de pantalones de 26 a 8.

In English | Marnita Wiggins-Nichols

Obesidad, 53 años

El reto: Wiggins-Nichols, quien pesaba 334 libras, tenía hábitos poco saludables que la colocaban entre el 40% de los boomers que se clasifican como obesos. Esto aumentaba su riesgo de padecer enfermedades del corazón e hipertensión.

Su plan de acción: evitó las dietas de moda y se apoyó en una serie de pequeños cambios de alimentación y estilo de vida que ella misma puso a prueba.

Poco antes de cumplir 49 años, Marnita Wiggins-Nichols, quien dirige una guardería en Lima, Ohio, necesitaba realizarse un examen médico para el trabajo. Aunque hacía tiempo que tenía problemas de peso, no esperaba nada fuera de lo común. Pero durante el examen, se enteró de que su presión arterial “estaba peligrosamente alta, lo cual me sorprendió”, recuerda Wiggins-Nichols. “El médico quería ingresarme al hospital”.

Se opuso y en su lugar se marchó del consultorio con medicamentos para la presión arterial y una orden de bajar de peso, lo cual la obligó finalmente a reconocer su situación poco saludable. “Fue sumamente difícil aceptar que había permitido que el cuerpo se me descontrolara tanto”, dice Wiggins-Nichols. “No quería inscribirme en un programa de dietas ni unirme a un gimnasio. Decidí hacerlo a mi manera, realizando cambios pequeños y graduales”.

Primero, eliminó las gaseosas: dejó de tomar las tres o cuatro gaseosas diarias y en vez de eso bebía cuatro o cinco botellas de agua de 16 onzas. Eso la llevó a perder varias libras por semana. Luego, realizó pequeños cambios en la cocina. “Dejé de rebozar los ingredientes que fritaba, y empecé a saltearlos en aceite de oliva”. Después añadió más frutas y verduras y comenzó a llevar desayunos saludables al trabajo.

Durante el primer año, ni siquiera hizo ejercicio. “E incluso cuando lo hice”, dice, “comencé con una vieja bicicleta fija en el sótano”. Mantuvo su propia filosofía de probar y aprender. “Cuando algo funciona y descubro que de verdad lo puedo convertir en un hábito, incorporo más de eso. Si no funciona, lo dejo”. Últimamente, ha añadido más movimiento a su régimen —ejercicios de fortalecimiento, bailes y caminatas, por ejemplo— y hace ejercicio por lo menos cinco veces por semana. Y todavía está realizando cambios en su dieta, tales como eliminar las carnes rojas y probar nuevas verduras. Además, lleva el almuerzo al trabajo y ya no compra pan. “Lo consumo cuando salimos a comer, pero eso no es más de dos veces al mes”.

En la actualidad tiene 53 años, rebajó a 160 libras, bajó la talla de pantalones de 26 a 8 y logró normalizar la presión arterial. Ahora que llegó a su peso ideal se concentra más en la tonificación.

¿La mejor parte de estar en forma? Perseguir a sus seis nietos en el parque. Hace poco, uno de ellos la invitó a escalar los juegos de tubos con él, e increíblemente, descubrió que podía. “Ese es el tipo de abuelita que quiero ser”, dice.

Jim Moore

Andrés González

Los médicos le extirparon el colon a Jim Moore para darle una nueva oportunidad en la vida.

Jim Moore

Enfermedad de Crohn, 69 años

El reto: Jim es uno entre 1.4 millones de personas que padecen enfermedades inflamatorias intestinales, tales como la enfermedad de Crohn o colitis.

Su plan de acción: después de años de padecer un dolor incapacitante, Moore tomó el valiente paso de someterse a una extirpación del colon para mejorar su calidad de vida.

Jim Moore, de 69 años, no estaba acostumbrado a estar enfermo. Había estado en la Fuerza Aérea por 24 años y luego cambió de carrera y se convirtió en inspector inmobiliario, todo sin haber padecido ninguna enfermedad ni lesión grave.

Pero en 1998, empezó a sentir dolores punzantes en el estómago, seguidos a menudo por una diarrea violenta. Tomó medicamentos de venta libre, pero nada le ayudó. Al principio, el médico le diagnosticó colitis, una dolorosa enfermedad inflamatoria intestinal, y le recetó una variedad de medicamentos que no funcionaron. “Decía: ‘Probemos esto por seis meses’, y yo no mejoraba”, explica Moore. “Entonces él decía: ‘Bueno, ahora probemos esto’. Era verdaderamente frustrante. Hubo un momento en que hasta me ingresó al hospital para hacerme un tratamiento, pero eso tampoco me ayudó”.

Moore, quien vive en Jacksonville, Arkansas, sobrellevó su embarazoso problema lo mejor que pudo; siempre llevaba una muda de ropa al trabajo y a veces hasta usaba pañales. “No fue fácil, teniendo en cuenta que subía y bajaba por escaleras todo el día”. Su relación con la comida se volvió complicada: “Iba a un restaurante y pedía pero solo miraba fijamente la comida en vez de comer, porque sabía que era posible que un minuto después, tendría que salir corriendo al baño”.

Luego de padecer este dolor por cinco años, un médico distinto le descubrió fístulas, o desgarros anormales, en el intestino, y lo envió a la Cleveland Clinic. Allí un médico le diagnosticó a Moore la enfermedad de Crohn, otra enfermedad inflamatoria intestinal que a veces es hereditaria. Y le prometió que se curaría por completo, con una gran desventaja: “Tendría que pasar el resto de la vida con una colostomía y llevar una bolsa por fuera del cuerpo para recolectar las heces”, dice Moore. La clínica lo envió de vuelta a su casa en Arkansas para pensarlo, pero lo que hubiera sido una decisión difícil para algunos fue fácil para Moore. “Ya me había decidido”, recuerda. “Esa no era manera de vivir. Simplemente ya no quería padecer ese tipo de dolor”.

Durante la cirugía de nueve horas, el médico le extirpó todo el colon, y le devolvió la vida. ¿El nivel actual de dolor? Cero. ¿Aprender a vivir con una colostomía? Un ajuste, dice, “pero uno relativamente fácil, en particular dada la incomodidad con la que vivía antes”. Moore, quien ahora está jubilado, fue miembro de la junta nacional de United Ostomy Associations of America, una organización que apoya a cerca de 750,000 personas en Estados Unidos que se han sometido a ostomías. Además es activo en grupos locales de apoyo. “Me alegro tanto de no haberme quedado como estaba”, dice. “Decidir someterme a la cirugía ha hecho que sea posible tener toda una nueva vida”.

Stephen Parsons

Joshua Kolden

Stephen Parsons usa la meditación para ayudarle a manejar el dolor crónico.

Stephen Parsons

Dolor crónico, 66 años

El reto: dolor neuropático crónico, una complicación causada por la culebrilla o herpes zóster. Un dolor persistente como este afecta a 100 millones de personas en Estados Unidos, más que las enfermedades del corazón, el cáncer y la diabetes combinados.

Su plan de acción: Parsons aprendió técnicas básicas de meditación para manejar el dolor. Según los investigadores, la meditación puede ser un tratamiento más eficaz que hasta la morfina.

Stephen Parsons, de 66 años, por fin hizo las paces con el dolor. Dos veces al día, se sienta en un cojín en su hogar en Bainbridge Island, Washington, respira despacio y se concentra en cada inspiración y espiración. No lucha contra el dolor fulgurante que siente en la región lumbar. ¿Su meta? Mantenerse en el presente y concentrarse en lo que siente.

No siempre pudo manejar el dolor de esta manera. Los problemas de este psicoterapeuta jubilado comenzaron hace más de nueve años. Mientras cuidaba de su pareja, quien tenía una enfermedad en fase terminal, Parsons contrajo la culebrilla, una infección viral común que causa un sarpullido muy doloroso. Para la mayoría de las personas, el sufrimiento disminuye en unas semanas. Pero a Parsons le dio neuralgia posherpética, una complicación que causa dolor neuropático persistente. “Así que mientras lidiaba con la profunda pena de perder a Bill”, dice, “también tuve que aprender a vivir con un dolor crónico grave, el cual puede variar desde un tres o cuatro en la escala de dolor, en un día bueno, hasta un siete o nueve en un día malo”.

El médico le recetó medicamentos, “pero tomar tantos narcóticos me asustaba”, recuerda Parsons. Decidió intentar la meditación y encontró un grupo llamado Insight Community of the Desert, una organización budista en Palm Springs, California, donde vivía en ese entonces. “Aunque el budismo es una religión, también es una filosofía”, explica, “y muchas personas que practican la meditación consciente no son budistas”. La meditación consciente que Parsons aprendió es tan eficaz para ayudar a manejar el dolor y el estrés que ahora se enseña en muchos hospitales, así como a los ejecutivos y hasta a los militares.

Sin embargo, la meditación no le quitó el dolor a Parsons por arte de magia, y él sigue tomando una dosis baja de medicamento. “Pero estoy aprendiendo a estar consciente de lo que sucede en el momento, no de cuánto dolor sentí ayer, y a no preocuparme sobre cuánto puede dolerme después. La atención consciente me ha dado la capacidad de dejar de lado el dolor por períodos cortos, de separarme de él”.

Parsons ha aceptado un padecimiento que podría ser permanente, “aunque se quita en algunos casos, así que tengo esperanzas”, añade. “Pero entre los medicamentos y la meditación, sé qué hacer para sentirme mejor". Me ha dado mucha perspectiva. Todos sufren, en algún momento, a algún nivel. Es una bendición saber que puedo acallar mi mente, y que el dolor ya no define quién soy”.

Jinglan Liu

Robyn Twomey

Jinglan Liu se siente más fuerte y sana desde que usa bandas elásticas y yoga para mejorar su campo de movimiento.

Jinglan Liu

Osteoartritis, 76 años

El reto: diagnosticada de osteoartritis, permitió que la enfermedad limitara sus actividades. Una de cada dos personas en Estados Unidos tendrá osteoartritis durante su vida.

Su plan de acción: cuando las cosas se pusieron difíciles, Liu empezó a moverse. La actividad física constante le redujo el dolor y aumentó su capacidad para funcionar de manera normal.

Jinglan Liu, de 76 años, dejó que el dolor causado por la osteoartritis la mantuviera encerrada en su apartamento en Flushing, Nueva York. Tenía el movimiento en el hombro tan limitado que ya no podía cargar las bolsas del supermercado, y las rodillas tan rígidas que necesitaba un andador. Incluso el corto trecho hasta la biblioteca local significaba esperar el autobús.

La vida de Liu cambió cuando se unió a un programa de ejercicios de silla en un centro comunitario local. Allí usó bandas elásticas TheraBand para fortalecer los músculos y mejorar la amplitud de movimiento en las articulaciones. Empezó a sentirse mejor. Por eso, cuando el Hospital for Special Surgery de Nueva York anunció un programa experimental que usaba yoga para mejorar la salud ósea, también se inscribió en él.

Gracias a los instructores que ayudaban a los estudiantes a adoptar las posturas y ajustarlas para el dolor en las articulaciones, Liu pronto estaba cambiando de una postura a otra sin problemas. Sus favoritas son las de la serie del guerrero. “Hasta puedo hacer la postura del puente”, dice, sobre una postura avanzada que aumenta la movilidad de la columna vertebral.

Para Liu, quien hace ejercicio a diario con su esposo, el alivio va más allá de una mayor facilidad para las tareas de la vida diaria. Ha vuelto a descubrir la dicha de vivir sin dolor. “Me siento mucho más joven y sana”, dice. “¿Por qué no voy a hacerlo todos los días?”.

Otros métodos sin medicamentos para eliminar el dolor

Cómo aliviar el dolor de manera natural:

PARA: dolor de espalda
QUÉ HACER: mantenerte activo es importante. La acupuntura, el masaje y la fisioterapia también te pueden ayudar.

PARA: osteoartritis
QUÉ HACER: actividades de bajo impacto como caminar, montar bicicleta y hacer ejercicios en una colchoneta alivian el dolor y mejoran la funcionalidad. Evita los ejercicios de alto impacto como correr.

PARA: dolores de cabeza
QUÉ HACER: disminuye el consumo de alcohol y reconoce las comidas que te provocan dolores de cabeza. Controla el estrés con meditación y ejercicios moderados.

PARA: fibromialgia
QUÉ HACER: el ejercicio habitual disminuye el dolor y el agotamiento. Quizás te convenga el taichí, un tipo de ejercicio que combina los movimientos suaves con la respiración profunda.

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