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Perderlo todo por la adicción al juego

Hay cada vez más adultos mayores adictos al juego en Estados Unidos, pero ¿están apostando también contra su salud?


spinner image Juego de casino y fichas
Las personas con demencia pueden correr un alto riesgo de caer en la adicción al juego.
1EXPOSURE/REDUX

“Era como heroína electrónica”, dijo Maureen O'Connor de la máquina a la que creyó que podía vencer. “Ya sabes, cuanto más jugaba, más necesitaba jugar… y menos satisfacción me producía”.

Pero, al final, fue la máquina la que le ganó a O'Connor, dejando a la exalcaldesa de San Diego y heredera de una fortuna de $50 millones casi en la indigencia. Con 67 años, ahora vive con su hermana gemela en lugar de hacerlo en la propiedad ubicada frente al mar, en La Jolla, que ella y su último marido, el fundador de la cadena de comidas rápidas Jack in the Box, alguna vez llamaron hogar.

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La adicción de O'Connor al video póker (“esa máquina”, la llamaba ella) era absorbente. En nueve años apostó más de $1,000 millones ($1 billion) en casinos de San Diego, Las Vegas y Atlantic City. O'Connor era, de hecho, una gran apostadora —una “ballena”, para usar el término no tan halagador que se utiliza en ese ambiente—, tan grande era como apostadora que los casinos de Las Vegas solían enviarle un avión privado a San Diego para trasladarla. Y ella no los defraudaba. “Podía perder más de cien mil dólares en un día”, le confesó a un entrevistador el pasado mes de febrero (O'Connor, a través de su abogado, se negó a ser entrevistada para la realización de este artículo).

Al aumentar sus pérdidas —que llegaron a algo así como $13 millones, según sus abogados—, O'Connor hizo lo que finalmente la llevaría a los juzgados federales, acusada del grave delito de lavado de dinero: tomó $2,088,000 de una fundación benéfica establecida por su esposo en 1966, agotando sus activos y dejándola insolvente.

¿Qué es lo que llevó a O'Connor —una excampeona de natación, la rígida “Alcalde Mo” de San Diego desde 1986 a 1992— a caer en semejante abismo? Ella misma lo atribuyó a una adicción al juego agravada por un tumor cerebral, diagnosticado en el 2011. Su abogados mencionaron en presentaciones judiciales que ella se volcó al juego “a lo grande” en algún momento del 2011, mientras continuaba batallando con el dolor y la soledad que la embargó la muerte de su marido. “El patrón de conducta”, escribieron sus abogados, “encaja con el síndrome conocido como ‘adicción al juego por duelo o luto’”.

Bajo un acuerdo de procesamiento diferido, O'Connor prometió someterse a un tratamiento contra la adicción al juego, devolver el dinero que tomó de la fundación y cubrir el pasivo fiscal asociado con la apropiación indebida de fondos.

Si bien O'Connor nunca verá la prisión desde adentro, otros no son tan afortunados. Marilyn Lancelot también lo perdió prácticamente todo: dos casas, su auto y los ahorros de toda la vida. Pero su vida recién tocó fondo cuando llegó la policía y se la llevó esposada.

Agobiada por las deudas, comenzó a falsificar la firma de su jefe en cheques y a cobrarlos para alimentar una desenfrenada adicción al juego. “No había nada que no hiciera para conseguir más dinero para jugar”, cuenta Lancelot, de 83 años. Condenada por malversación, pasó casi un año en prisión.

La cantidad de casinos se ha multiplicado en las últimas décadas. En los años sesenta, solo Atlantic City y Nevada tenían casinos. Hoy, los casinos funcionan en más de 30 estados. Súmale las loterías estatales, el Powerball y, ahora, los sitios de apuestas en internet, y tendrás muchísimas formas de tentar tu suerte y perder un poco de dinero. Muchas comunidades de adultos, centros de vida asistida e incluso iglesias organizan salidas a casinos cercanos.

Es fácil comprender por qué son tan atractivos, sostiene Jon Grant, M.D., profesor de Psiquiatría y Medicina Conductual en University of Chicago. “Los casino están repletos de escenas y sonidos donde las personas mayores pueden sentirse a salvo. Son fácilmente accesibles para discapacitados  y puedes visitarlos en cualquier tipo de clima”.

De hecho, sostienen los expertos, los adultos mayores estadounidenses son el segmento de más rápido crecimiento en lo que a adictos al juego se refiere. Para alrededor del 8% de ellos, es una adicción que puede costarles sus ahorros para la jubilación.

“Alrededor del 40% de las personas que vemos tienen más de 50 años”, señala el psicólogo Robert Hunter, quien dirige el Problem Gambling Center en Las Vegas. “Muchas de ellas son personas que se metieron en problemas luego de jubilarse y mudarse a un lugar donde los casinos constituyen buena parte de la vida social”.

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El juego compulsivo está asociado a una gama de problemas de salud graves, como obesidad, enfermedad cardíaca, problemas intestinales, fibromialgia, migraña, depresión, insomnio y otros trastornos relacionados con el estrés.

Los jugadores compulsivos también son más propensos que otras personas a terminar en salas de emergencia, lo que refleja su mala salud y un estilo de vida caótico.

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“Cuanto peor es este trastorno, peores son las enfermedades crónicas que solemos ver”, dice el profesor de Psiquiatría de University of Iowa, Donald M. Black, M.D., uno de los especialistas en juego compulsivo más destacados del país.

En el 2013, por primera vez, la American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría) aceptó oficialmente que el juego compulsivo era una adicción (más que un trastorno de personalidad), reconociendo que comparte muchas características con el alcoholismo y la adicción a las drogas.

Según un estudio llevado a cabo recientemente, un alarmante 32% de los jugadores compulsivos informaron que habían considerado el suicidio dentro de los últimos 12 meses.

La industria del juego de nuestro país, que mueve $40,000 millones ($40 billion) al año, apunta agresivamente a los clientes de mayor edad, ya que ellos acumulan riqueza y son especialmente vulnerables, según los expertos, a apostar más de lo que tienen. Los alicientes van desde viajes gratis en autobús, comidas e incluso tarjetas de descuentos para medicamentos recetados, hasta alojamiento sin cargo en hoteles, por no mencionar los aviones privados que se envían para trasladar a grandes jugadores como O'Connor.

“Una de las lecciones del caso de Maureen O'Connor”, explica Philip Halpern, el fiscal general adjunto que la procesó, “es que demuestra hasta dónde llegan los casinos para tentar a sus clientes importantes”.

Los promotores de la industria del juego también saben que la edad avanzada y el deterioro cognitivo que a veces la acompaña, pueden reducir la aversión al riesgo en la persona. “Con la edad, puede darse una reducción de la actividad de partes del cerebro que tienen que ver con la toma de decisiones, en relación con la función ejecutiva”, sostiene Grant. “Si tienes un déficit debido a la edad, el juego puede tornarse más riesgoso para ti”.

Las personas mayores con demencia están especialmente expuestas porque son incapaces de reconocer sus limitaciones o de tomar decisiones acertadas. Y los agonistas de la dopamina, un tipo de medicamento recetado para tratar síntomas de la enfermedad de Parkinson y el síndrome de las piernas inquietas, parecen estar vinculados con el juego compulsivo como un efecto secundario, según Marc Potenza, M.D., un profesor de Psiquiatría de Yale University que estudia la adicción al juego.

Los psicólogos también sospechan que la gente es más propensa a meterse en problemas si se vuelcan al juego por motivos equivocados: para escapar de la soledad, depresión o incluso del dolor crónico.

“Para muchas de las personas de edad avanzada que vemos, nunca fue un problema de dinero”, dice Gordon Greco, de 62 años, un jugador compulsivo durante casi toda su vida, que ahora trabaja como consejero para el Problem Gambling Center en Las Vegas. “Van al casino para escapar de sus penas, de la soledad, el aislamiento o la tristeza. Y cuando empiezan a perder dinero, se encuentran con problemas y penas aun más grandes”.

Las máquinas tragamonedas de video, ahora permitidas en más de 40 estados, son, por mucho, las favoritas entre las personas de edad que acostumbran ir al casino, dice Hunter. Y eso los coloca en un riesgo aun mayor. Si bien cualquier tipo de juego de azar puede tornarse adictivo, las máquinas tragamonedas de video (tanto las clásicas como las de póker) son las más tentadoras, porque ofrecen el mayor escape, según los expertos. “Las máquinas tragamonedas son, realmente, la cocaína del juego compulsivo”, señala Lia Nower, directora del Center for Gambling Studies de Rutgers University en Nueva Jersey.

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Ciertamente, en Addiction by Design: Machine Gambling in Las Vegas, la antropóloga del Massachusetts Institute of Technology Natasha Schull argumenta que los ritmos mecánicos que adormecen a los jugadores, llevándolos a una especie de estado de trance, son introducidos deliberadamente en las máquinas tragamonedas electrónicas. En lo que Schull denomina la “zona de máquinas”, los jugadores se olvidan rápidamente de las preocupaciones cotidianas, las demandas sociales y hasta de sus necesidades fisiológicas.

Algunos psicólogos y psiquiatras se especializan en el tratamiento de la adicción al juego. Según estos expertos, los jugadores compulsivos sufren de baja autoestima y se clasifican según dos grandes categorías: jugadores activos, que adoran la excitación y creen que pueden ganarle al sistema, y los jugadores escapistas, que buscan olvidar el dolor o traumas de la vida.

Los programas de Gamblers Anonymous (en inglés) (GA, Jugadores Anónimos) se encuentran disponibles en casi todo el país. Vencer una adicción al juego no es fácil, pero los programas de GA ayudan a algunas personas.

“Salvó mi vida”, afirma Marilyn Lancelot. Luego de salir de prisión, comenzó a asistir a reuniones de GA. Saldó de a poco todas sus deudas y se las arregló para mantenerse apartada del juego. “Para un jugador en recuperación, siempre está la tentación de volver a intentar suerte”, admite. “Pero sé que si cedo, estoy muerta”.

8 grandes perdedores

Ben Affleck: En el 2001, el actor y cineasta ingresó en un centro de rehabilitación de $33,850 mensuales en Malibu, California, por sus adicciones al juego y al alcohol.

Charles Barkley: En el 2006, la exestrella de la NBA estimó sus pérdidas en $10 millones, incluidos los $2.5 millones que perdió en apenas seis horas en la mesa de blackjack.

William Bennett: Considerado “uno de los activistas morales más implacables del país” por The New York Times en el 2003, Bennett fue un gran jugador que acumuló pérdidas por más de $8 millones en los casinos.

Pete Rose: En 1987, el exjugador y director técnico de los Cincinnati Reds, suspendido de por vida por apostar por su propio equipo, llegó a mantener por tres meses una deuda de $400,000 con un corredor de apuestas.

John Daly: El llamado chico malo del PGA Tour llegó a perder más de $50 millones en 12 años.

Gladys Knight: En una época, la Emperatriz del Soul tuvo una adicción al bacará que la llevó a jugar $40,000 por noche, que pudo vencer con la ayuda de Gamblers Anonymous. “Jugaba todos los días si podía”, recordó en su autobiografía.

Omar Sharif: Como consecuencia de su adicción al juego, la estrella de cine y experto en bridge acumulaba deudas tan enormes que le decía a su agente que aceptara “…cualquier papel, con tal de salir del apuro”, señaló.

Terry Watanabe: El expresidente de un negocio de importación de artículos para fiestas, propiedad de su familia, en Omaha, Nebraska, perdió, por lo menos, $205 millones en casinos de Las Vegas, incluidos los más de $120 millones que perdió solo en el 2007.

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