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Una visión de Wao

El escritor dominicano ganador de un premio Pulitzer 2008, habló de su trayectoria.

La primera publicación de Junot Díaz, la exitosa colección de cuentos Drown  (Negocios en español;1996), recibió los elogios de los críticos. Su segunda publicación y primera novela, La breve y maravillosa vida de Óscar Wao, le ganó el Premio Pulitzer 2008 en literatura de ficción.

Los padres y abuelos de Junot Díaz saben que él es el ganador del Pulitzer, pero no habían podido leer La breve y maravillosa vida de Óscar Wao. Con su traducción al español, ya podrán hacerlo.

La expansiva voz de Díaz —tan perceptivo respecto de los personajes de historietas como de los 31 años de dictadura del dominicano Rafael Trujillo— se pronuncia. La historia se extiende por distintas generaciones mientras sigue a una familia dominicana afligida por una antigua maldición llamada fukú. Su última víctima es Óscar, cuya búsqueda del amor nos transporta a través de las historias entrelazadas de la República Dominicana y Estados Unidos.

"Los padres se encuentran contándoles a los hijos cómo era vivir bajo la dictadura de Trujillo, —dice Díaz. Espero que se convierta en una conversación bilateral."

En una entrevista exclusiva con AARP Segunda Juventud, el escritor dominicanoestadounidense habla sobre los desafíos y las consecuencias inesperadas de su oficio.

Transcurrieron 11 años entre la publicación de Negocios y La breve y maravillosa vida de Óscar Wao. ¿Qué sucedía en su vida durante ese tiempo?

Es el aspecto menos interesante de esto porque, en realidad, no hay mucho que uno pueda decir sin sonar absurdo. Estuve, simplemente, lidiando con el material, luchando conmigo mismo y tratando de poner sobre el papel lo que pensaba que era un libro realmente importante para mí… no es que no fuera importante para alguien más. Cada paso en el camino fue una pelea. El material era difícil. Mis dudas sobre el mismo eran obvias. Me llevó un buen tiempo.

¿Cómo describiría La breve y maravillosa vida de Óscar Wao?

Es una historia sobre la búsqueda de este joven dominicano, Óscar; su búsqueda del amor, de un lugar seguro en el mundo, que es de lo que se trata el amor. No es sólo su búsqueda, sino que resulta haber sido la de toda su familia. Si hay algo que habla de la condición humana es esa búsqueda. Por supuesto que también se la puede ampliar un poco más y simplemente decir que de eso se trata en realidad lo que llamamos humanidad: cada uno de nosotros procurando hallar un lugar donde estemos seguros y podamos conocer el amor. El resto es, al fin y al cabo, basura. 

¿Cómo dio con el título de esta novela? La vida de Óscar es breve, pero ¿de qué manera es maravillosa?

Supongo que mi idea se acerca más al hecho de que una persona tendría que esforzarse bastante para que su vida no fuera maravillosa.

¿De qué manera?

Obtenemos esta vida gratuitamente; yo no hice nada para conseguir esta vida y, más allá de sus penurias, es gratuita y, en cierto modo, es un trato extraordinario. Es cierto que hay muchas vidas simplemente truncadas por la miseria, la desventura y el horror, pero también existen otras vidas. Tan sólo el hecho de poder vivir y respirar e interactuar con el mundo, eso es verdaderamente maravilloso.  

Usted nació en la República Dominicana y se crió en Nueva Jersey. ¿Qué influencia ha tenido el sentido de lugar sobre su escritura?

Son dos lugares muy parecidos en sus relaciones con el límite y el centro: Nueva Jersey es para Nueva York lo que Santo Domingo es para Estados Unidos. Siempre sentí que esos dos sitios, no sólo los lugares en sí, sino sus relaciones con lo que llamaríamos “un centro” o “el centro del universo”, de alguna manera han definido mi visión artística y crítica. Ambos lugares son sumamente importantes para mí.  

¿Puede comentar sobre el trasfondo histórico y político en el cual se desarrolla la trama de la novela?

Cuando pienso en el primer estrato histórico, ahí está el del Nuevo Mundo, que es la violencia colosal y apocalíptica que tuvo lugar en el Caribe y dio origen a […] la esclavitud, la exterminación de los pueblos indígenas, la violencia de estas primeras formas de capitalismo. ¿Cómo eran los primeros años de esto que llamamos “las Américas”, lo que ahora hemos dado en llamar “la centuria americana”?  

Luego hubo la historia de la dictadura de Trujillo, que duró 31 años en la República Dominicana y fue extraordinariamente cruel, brutal y, con frecuencia, grotesca. Rafael Trujillo dominó y deformó este país isleño, aislándolo del resto del planeta. ¿Qué ocurre cuando alguien aísla un país que ya tiene raíces superficiales con su historia, conexiones incompletas con el recuerdo, la memoria, y lo cierra herméticamente y lo fuerza a vivir este tipo de ilusión impuesta? Esa es la segunda parte.  

La tercera parte, históricamente, es la vida de mis personajes contemporáneos en Nueva Jersey. 

¿Tienen estas historias algo que ver entre ellas? ¿Se puede argumentar que, de alguna manera, estamos viviendo momentos históricos de manera simultánea?

Su novela es narrada por un personaje de Negocios. ¿Qué lo hizo decidirse a utilizarlo como un vehículo para esta historia?

En realidad, tiene todo que ver con algunas de las preocupaciones centrales de la novela, que son la masculinidad, la autoridad y el deseo de autoridad que tiene la gente. Creo que, de alguna manera, Junior es el vehículo perfecto para esto, del mismo modo que Óscar es el vehículo perfecto para el análisis de la cultura dominicana internacional.

En su novela hay una exploración de la identidad, de lo que significa ser dominicano, como se aprecia en el siguiente diálogo en el que Harold dice: “Tú no eres na dominicano’, pero Óscar insistía con tristeza, ‘Soy dominicano, dominicano soy”. ¿Se debe eso a que Óscar no es, quizás, como la gente pensaría típicamente que es un dominicano? ¿El uso de estereotipos es algo que estaba evitando conscientemente?

Los estereotipos son armas sensuales, culturales. Esa es la manera en que atacamos a la gente. A nivel artístico, el uso de estereotipos resulta en una escritura terrible.

El asunto es que uno no se cura de una cultura; está en lucha con cualquier regla que esa cultura le enseñe, y esa es una lucha que dura toda la vida. Sabemos que toda cultura viene con un muro de clichés, estereotipos, atajos y especificaciones. Uno no se cura de eso. Uno pasa toda la vida tratando de asegurarse de no duplicarlos de manera nociva.

En su introducción de Negocios, usted cita a Gustavo Pérez Firmat: “El hecho de que les esté escribiendo en inglés ya falsifica lo que les quería contar. Mi tema: cómo explicarles que yo no pertenezco al inglés aunque no pertenezco a ningún otro idioma”. En su propia obra, proporciona una mezcla idiosincrásica de español e inglés. ¿Cuál es su relación con el castellano y cuán involucrado está en la traducción de su obra?

El traductor me envía cada capítulo. Yo lo reviso y hago todas las correcciones que creo convenientes y, luego, se lo entrego a esta amiga mía. Ella es superdominicana, superquisquillosa y detallista. Entre los dos, arreglamos bastante bien cualquier cosa que sea necesario arreglar. El trabajo verdaderamente pesado de traducir la obra es algo que hace otra persona. Lo pueden hacer tan increíblemente rápido; si yo tuviera que traducir este libro, me llevaría alrededor de dos años.

¿Notó alguna diferencia en cómo las distintas generaciones responden a su trabajo? ¿Sus padres y abuelos leyeron su novela?

Mis padres y abuelos no pueden leer la maldita cosa hasta que no esté en castellano. Tienen que esperar a ver qué pasa. Muchos maestros me dicen que han estado enseñando sobre este libro durante los últimos meses; [y] que lo fascinante es que ha resultado en que los alumnos conversen con sus padres de un modo en el que normalmente no lo harían. Los padres se encuentran de repente contándoles a los hijos cómo era vivir bajo la dictadura de Trujillo. Espero que se convierta en una conversación bilateral, porque parte de lo que aparta a un lector tradicional de un libro como éste es que no está acostumbrado a que alguien de una generación más joven sea el narrador de una epopeya. No quieren oír al joven del hip-hop; quieren a alguien con agradable y suave tono británico o castellano. Si los jóvenes van a ser respetuosos y escuchar las historias de los mayores, creo que es también justo que los mayores sean respetuosos y escuchen las historias de los jóvenes.  

Usted estaba en sus veinte cuando se publicó Negocios, y ahora tiene 39. ¿Cómo ha afectado la edad su escritura?

Lo interesante acerca de ponerse más viejo, para mí, es que todas las ilusiones de la juventud, las ilusiones de superhumanidad infinita e ilimitada se frustran cuando se llega a los 40. Uno se da cuenta de que es vulnerable, que es falible y que es humano. Nunca me di cuenta de lo humano que era hasta que empecé a acercarme a los 40 y las cosas —dolores de que normalmente pude deshacerme— empezaron a durar más. No es malo saber estas cosas porque siento que, en los últimos años, empecé a valorar, apreciar y honrar la vida de una manera en la que no lo hacía cuando estaba en mis veinte.   

Usted es sólo el segundo escritor latino en la historia de EE.UU. en ganar el premio Pulitzer en literatura de ficción. [El primero fue Óscar Hijuelos, en 1990, con The Mambo Kings Play Songs of Love (Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor)]. ¿Qué significó para usted esa experiencia?

Esa misma declaración es una crítica hacia todo el círculo literario de EE.UU. Habla mucho sobre cómo ciertos escritores son constantemente marginados y menospreciados. La otra cosa es que lo que el éxito tiende a hacer con cualquier pieza artística es alentar y dar permiso —en un sentido psicológico— a otros artistas para hacer lo mismo y para hacer más.

¿En qué está trabajando ahora?

Estoy trabajando en una novela llamada Dark America. Es una novela de ciencia ficción.

¿El premio Pulitzer afecta su modo de pensar acerca de este proyecto?

No tiene ningún efecto. Trabajo tan lenta y tan onerosamente que nada se podría interponer entre mi autotortura y yo.