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‘Tu mejor edad, por Lorraine C. Ladish

Un pasaje del nuevo libro de la escritora.

Portada del libro Tu mejor edad y del retrato de su autora Lorraine Ladish

Izq. Cortesía de Harper Collins / Der. Phillippe Diederich/Cortesía de Harper Collins

Nunca olvidaré el día en que me compré unos pantalones tipo bermuda. Me los probé y pregunté a mis hijas qué les parecían. Mi pequeña, que entonces tenía unos diez años, me miró y dijo muy seria:

-No me gustan las arrugas.

-¿Qué arrugas? -le pregunté. Las bermudas no estaban arrugadas. Las acababa de sacar de la caja.

-Las arrugas de tus piernas -me dijo.

Eso me dejó sin habla. Pero, en lugar de sentirme mal, me reí. Le expliqué que, cuando nos hacemos mayores, se nos arruga la piel. Las arrugas que realmente hay que cuidar son las arrugas del alma. Esa es la filosofía que comparto contigo en este libro.

Tampoco creo eso de que los cuarenta son los nuevos treinta o los cincuenta son los nuevos cuarenta. Me encantaría que fuera verdad, pero no lo es. Tampoco me gusta que me digan que me veo bien «para la edad que tengo».

¿Eso qué significa? ¿Cómo se supone que tengo que verme a esta edad? Lo cierto es que creo que me veo bien para cualquier edad. No lo digo con arrogancia, sino desde la perspectiva de alguien que tuvo que aprender a quererse a sí misma a lo largo de los años. No siempre me sentí cómoda en mi piel, como expliqué antes.

Por otro lado, hay que ser también realista con esto de la edad. Si fuera verdad eso que dicen algunos de que los cincuenta son los nuevos cuarenta, o incluso treinta, la prima de mi seguro de vida, el seguro de salud y otros seguros no aumentarían con cada año que pasa. Si los cincuenta fueran los nuevos treinta, me encantaría tener otro bebé. Además, no estaría preocupada por ahorrar para la jubilación. Y, por supuesto, no estaría sufriendo el climaterio.

La verdad es que la perimenopausia y el climaterio pueden ser terribles. En mi caso, sufro unos altibajos emocionales que me dejan temblando. Algunos días siento que tengo toda la energía del mundo y estoy llena de ilusión; y al día siguiente solo tengo ganas de llorar. Por no hablar de la fatiga y los sudores y sofocos.

Empiezan a cerrárseme los párpados como si fuera un perro San Bernardo. El cabello está canoso y lo tengo tan áspero que podría usarlo como estropajo. Me cuido, sí, pero tendría que pasar horas y horas en el gimnasio para tener las piernas tan torneadas como hace tan solo unos años. Y, la verdad, no me apetece. Tengo mejores cosas que hacer con mi tiempo y energía. Mis amigas del alma te dirán que aún me encanta salir a bailar, pero lo cierto es que ya no aguanto como antes. Una resaca a los cincuenta y tantos ya no tiene gracia, te lo aseguro.

A pesar de todo esto, me encanta esta década, y recuerdo con cariño las décadas anteriores. Y es que, tengamos la edad que tengamos, ¡resulta que aún no estamos muertas! ¿Quién dice que somos demasiado mayores para marcarnos nuevas metas y hacer lo que haga falta para alcanzarlas?

Nunca es demasiado tarde.

Taken from Tu Mejor Edad by Lorraine C. Ladish. Copyright © 2017 by Lorraine C. Ladish. Used by permission of HarperCollins Español.

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