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‘The Meyerowitz Stories’: Un rey Lear moderno

Dustin Hoffman encabeza un elenco estelar.

DIRECTOR: Noah Baumbach
GUION: Noah Baumbach
ELENCO: Dustin Hoffman, Adam Sandler, Ben Stiller, Emma Thompson, Grace Van Patten y Elizabeth Marvel 
DURACIÓN: 110 minutos 
ESTRENO: 13 de octubre en Netflix

Lo primero que hay que aclarar sobre The Meyerowitz Stories es que es un drama (con tintes de humor), no una comedia. La película nos muestra una de las pocas instancias en las que envejecer afecta en forma más contundente a los hombres que a las mujeres: en la expectativa de éxito profesional. Harold Meyerowitz (Hoffman), el patriarca de una familia bohemia neoyorquina, esconde tras su supuesta excentricidad artística la amargura de un hombre tan frustrado como el Willy Loman de la obra teatral de Arthur Miller, La muerte de un viajante.

Harold es un escultor ya septuagenario que nunca cumplió la promesa que mostró en su juventud. Sin embargo, dentro del ámbito familiar —único donde pudo imponerse—, ha cultivado el mito de que si el éxito no llegó es porque es un genio incomprendido; la culpa la tuvieron los ignorantes críticos, los ambiciosos galeristas, los envidiosos colegas. Todos, menos él. Esas son las “stories” a las que se refiere el título. Todas las familias crean sus narrativas, pero en el caso de los Meyerowitz, la egolatría y ceguera de Harold silenció la de sus propios hijos. Harold siempre dominó la conversación, quejándose, criticando e interrumpiendo; sus personalidades también fueron acalladas.

Ben Stiller y Adam Sandler en una escena de la película The Meyerowitz Stories de Netflix

Atsushi Nishijima/NETFLIX

Ben Stiller y Adam Sandler en una escena de 'The Meyerowitz Stories'

La historia arranca con la visita de sus tres vástagos. Danny (Sandler) es sumiso y apocado: nunca descubrió su verdadera vocación y terminó encargándose de su hija mientras la mujer trabajaba. Ahora que Eliza ya va a la universidad, ella lo ha abandonado. Jean (Marvel) es aún menos agraciada: se viste como monja, no tiene pareja y sobrevive apenas con un mediocre trabajo administrativo. Benjamin (Stiller), el menor, es el único que ha triunfado, pero no en el arte como quería su papá, sino en las finanzas. A pesar de que en su histriónico esnobismo, Harold siempre se lamenta de que ninguno sacó su talento artístico, se muestra abiertamente orgulloso de que Benjamin por lo menos haga dinero. Por otra parte, Harold no puede disimular lo decepcionado que se siente de Danny y Jean. En especial Danny siempre ha sido víctima de burdas e insensibles comparaciones con Benjamin. No se da cuenta de que a pesar de que Benjamin parece el único que no fue rechazado por el padre, también lo resiente profundamente. Es el que vive más lejos (en California) y el que menos se ocupa de su papá. Danny y Jean, los que menos tendrían que hacerlo, son los que más pendientes están de él. Harold vive con su cuarta esposa, la borrachina Maureen (Thompson), que provee más que nada alivio cómico.

Cuando al poco tiempo de la visita Harold sufre un derrame cerebral, los hermanos se vuelven a congregar en Nueva York. Mientras Harold está en un coma inducido, los hijos se relacionan por primera vez sin la sombra del papá. Los resentimientos no tardan en aflorar. Durante la presentación de una pieza de Harold en la universidad donde daba clases, Danny y Benjamin pasan de la agresión verbal a la física en la mejor secuencia de la película. Afuera del recinto, los hermanos se dan una golpiza. Baumbach dice que el argumento se le ocurrió a partir de esa imagen. La escena recuerda a una similar en la magistral cinta, The Turning Point (1977) en la que Anne Bancroft y Shirley MacLaine se agarran a bolsazos afuera del Lincoln Center.

Mientras que la cinta de Herbert Ross era sobre el costo profesional de tener una familia en el mundo del ballet, The Meyerowitz Stories muestra que, en ese terreno, son los hombres los que la tienen más difícil. Por frustrado que estuviera el personaje de MacLaine porque tuvo que renunciar a su carrera de bailarina para ser madre, su elección es socialmente aceptable: cambió una forma de éxito por otra. Los hombres, en cambio, no reciben “puntos extras” por tener familia. Lo único que cuenta es su triunfo público, profesional. Es obvio que Harold no solo fracasó como artista, sino como padre, pero esos puntos no se le restan. Sus hijos son mejores personas, no gracias, sino a pesar de él. Danny no hizo nada relevante como profesional, pero fue un excelente papá y su hija se lo reconoce y agradece. Ese considerable triunfo no le vale nada a Danny socialmente. Benjamin pudo salir adelante porque escapó a tiempo del círculo de influencia de su padre. Mientras que Danny y Jean, ávidos todavía de amor, siguen girando en torno a él, Harold no da la menor muestra de agradecimiento. La perspectiva masculina, sutileza y complejidad del entramado emocional de la película, la sitúa muy por encima del típico drama familiar.

En sus implicaciones más profundas, The Meyerowitz Stories apunta hacia un rey Lear. El único problema es, irónicamente, Emma Thompson. Maureen, quien solo debería tener un peso secundario, destaca demasiado interpretado por la formidable actriz, rompiendo el balance de la trama. Además de bufón, el rol de Maureen tendría que ser confrontar a Harold con la propia responsabilidad de sus fracasos, pero no lo hace. A diferencia del personaje de Shakespeare, quien tiene su momento de lucidez en la tormenta, Harold nunca reconoce sus errores. Esa es su verdadera tragedia. 

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