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‘Murder on the Orient Express’: Vehículo para un pasajero

El director Kenneth Branagh se queda corto en su versión de este clásico.


DIRECTOR
: Kenneth Branagh
GUION: Michael Green (basado en la novela de Agatha Christie)
ELENCO: Kenneth Branagh, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Daisy Ridley, Leslie Odom Jr., Josh Gad, Olivia Coleman y Derek Jacobi
DURACIÓN: 114 minutos

El principal misterio que habría que resolver en Murder on the Orient Express no es “¿Quién lo hizo?” sino  “¿Para qué?”. ¿Para qué hacer una nueva versión de una película perfectamente buena que a pesar de ser de 1974 no ha perdido su frescura? En la cinta dirigida por Kenneth Branagh, ni el guion, ni el vestuario, ni los decorados, ni el reparto, ni la música misma igualan —ya no se diga, superan—a la de Sidney Lumet, un clásico estelarizado nada menos que por superestrellas de la talla de Ingrid Bergman, Vanessa Redgrave, Lauren Bacall, Jacqueline Bisset, John Gielgud, Sean Connery, Richard Widmark y Anthony Perkins. A su lado, los actores en esta nueva entrega parecen de segunda, con la única posible excepción del mismo Branagh, quien supera a Albert Finney como el detective belga Hércules Poirot. Finney no estaba nada mal tampoco, pero Branagh le da un soplo de modernidad al personaje. Fuera de eso, el filme de 1974, comenzando con la banda sonora de Richard Rodney Bennett—un elegante vals que parecía ir al ritmo de las ruedas del tren—, sigue siendo inolvidable.

La respuesta al misterio tendría que ver con la falla trágica de su director. Branagh (Belfast, 1960), actor shakesperiano que antes de cumplir los 30 ya había formado su propia compañía teatral, dirigido una obra maestra cinematográfica (Henry V de 1989) y escrito una autobiografía, es el ejemplo perfecto de por qué el éxito no debe llegarle a alguien tan joven. Nada desde su espectacular comienzo como director ha estado a la altura de su promesa. Murder on the Orient Express ilustra una vez más que lleva su carrera con la equivocada convicción de que debe convertir cualquier proyecto en un vehículo personal para su lucimiento como “autor”.

Kenneth Branagh en una escena de 'Murder on the Orient Express'

Nicola Dove/Cortesía de Twentieth Century Fox

Kenneth Branagh en una escena de 'Murder on the Orient Express'.

La historia se ubica en 1934 (año en que Agatha Christie escribió la novela). Europa y el Medio Oriente se encuentran en plena ebullición; las tensiones que llevarían a la Segunda Guerra Mundial, a punto de estallar. Antes de arrancar con el viaje del lujoso tren titular que va de Estambul a Calais, Branagh añade un prólogo en Palestina que sirve para establecer la peculiar personalidad del héroe de Christie. Poirot es un arrogante detective privado, similar a Sherlock Holmes. Cuando después de resolver un caso en El Muro de los Lamentos, alguien le pregunta: ¿cómo le hace?, Poirot responde que es el resultado indirecto de una compulsión que en todos los demás aspectos de su vida le resulta una pesada carga: lo desquicia todo aquello que no este en perfecto orden, en armonía; su implacable ojo detecta hasta el menor detalle fuera de lugar. Esta fijación con la simetría, lo lleva también a su inflexibilidad moral: para Poirot el mundo se divide en una línea categórica entre el bien y el mal: no hay término medio. La resolución del asesinato que está al centro de la película, lo llevará a reconsiderar esta visión del mundo.

De regreso a Londres por Turquía, Poirot aborda la cabina de primera clase del Expreso Oriente. Ahí viajan también otros 13 pintorescos personajes: una mujer madura y coqueta (Pffeiffer), una aristócrata rusa (Dench), una misionera (Cruz), un nazi austriaco (Dafoe), una institutriz (Ridley), y su amante secreto (Odom). El más notorio de todos es Edward Ratchett, un “hombre de negocios” estadounidense (Depp), que desde la cicatriz en la cara hasta la rudeza con la que se comporta denota su inclinación gansteril. A su paso por las nevadas montañas de Croacia una avalancha impide el paso del tren, así que los pasajeros quedan atrapados por horas. El incidente coincide con el descubrimiento del cadáver de Ratchett, asesinado a puñaladas. El asesino tiene que estar entre el resto de los pasajeros y Poirot es el encargado de descubrirlo. Ninguno esta fuera de sospecha.

Christie se inspiró para la intrigante premisa en el caso real del secuestro y muerte del hijo de Charles Lindbergh ocurrido en 1932. Para quien no conozca la novela o alguna de las diferentes versiones que se han hecho de “Asesinato en el Expreso Oriente”, la insospechada resolución del caso resultará una delicia: la historia no tiene pierde. Para los que conocen la película de Lumet (la tiene Amazon) u otra de las versiones, esta les quedará corta por el innecesario preciosismo visual que le imprime Branagh. Tanto las elaboradas tomas como las “audaces” puestas al día (como cambiar a un blanco por un afroamericano), no son más que distracciones innecesarias.

Actualizar la historia para Branagh significó absurdos como realizar algunos de los interrogatorios a la intemperie a pesar de las ligeras y elegantísimas vestimentas que portan en todo momento los personajes—por no hablar de los tacones. Lo peor es que trata de elevar artificialmente a Poirot, dándole una dimensión dramática desproporcionada y descuidando al resto de los personajes. En su afán por darle un toque “artístico” a lo que no es nada más ni nada menos que una ingeniosa trama, Branagh descarrila este Expreso de Oriente. 

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