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'Gone Girl', los oscuros secretos de un matrimonio

Protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike.

DIRECTOR: David Fincher 
GUIÓN
: Gillian Flynn (basado en su novela homónima)
ELENCO: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry
DURACIÓN: 148 minutos

En Gone Girl, todo es falso: el cabello rubio de la protagonista, su sonrisa, la impecable casa que habita… Basada en la exitosa novela homónima de Gillian Flynn, que hasta la fecha sigue en la lista de los más populares del New York Times, esta falsedad en la trama es precisamente el punto del libro. Sin embargo, la película no tendría por qué replicarlo y más bien podría arriesgar otra propuesta estilística que añadiera otra dimensión. En ese sentido, lo mejor y lo peor que se puede decir de Gone Girl es que es demasiado fiel a la fuente original (y esto se debe a algo más  que al hecho de que la misma autora del libro realizara el guión). El director David Fincher (Fight Club, 1999; The Social Network, 2010) conserva intacta la –muy debatible— calidad del libro de Flynn y se limita a ilustrarlo. 

Al llegar a su espectacular residencia en un suburbio de Missouri, Nick Dunne (Ben Affleck) encuentra que su mujer ha desaparecido. Lo peor es que al reportarlo, la policía lo considera el principal sospechoso del posible asesinato de Amy (Rosamund Pike). Y es que a pesar de su insistencia en que el matrimonio iba muy bien, Nick no da demasiadas muestras de estar realmente afligido. La verdad es que Amy, como nos la presentan en una serie de flashbacks, tenía en efecto una fachada tan impecable como su casa, pero su belleza era solo una apariencia. Poco a poco se nos va revelando que el bello exterior ocultaba una personalidad fría y calculadora. De hecho, Nick estaba a punto de pedirle el divorcio antes que desapareciera. 

Ben Affleck, Gone Girl, películas

CORTESÍA EVERETT COLLECTION

Ben Affleck en una escena de 'Gone Girl'.

Tanto en la película como en el libro, es evidente desde el principio lo que hay detrás de la desaparición de Amy y el único misterio que queda por resolver es si Nick podrá librarse de la cárcel con la ayuda de un astuto abogado (interpretado por Tyler Perry). La originalidad de la novela Gone Girl, si alguna tiene, es que nos va intercalando los puntos de vista tanto de Nick como de Amy (a través de un diario que encuentra la policía) y que nada es lo que parece. El libro nos presenta un mundo de apariencias que comienza con el verdadero carácter de la o las victimas (Nick y/o Amy).  Aunque no es gran literatura, el tema tenía el potencial de ser transformado en una buena película en manos de un director dispuesto a presentar una versión más personal y arriesgada; en manos de un Hitchcock, por ejemplo, o de un David Lynch, pero esta versión de Fincher es tan plana y desabrida como la misma Amy. 

El mismo Fincher de Seven (1995) o Zodiac (2007), podría haberle dado a la historia tonos más siniestros, sugerentes de un mal subterráneo y paralelo a los suburbios impecables al estilo de Twin Peaks, por ejemplo. Fincher se vuelve cómplice del artificioso argumento al limitarse a ilustrar y hacer evidente el engaño, tanto el de los protagonistas como el de su entorno. Nick y Amy se nos presentan desde el principio tan falsos como son; el pueblo que se vuelca en una absurda campaña por encontrar a Amy, tan unidimensional como en la novela. No hay la menor intención de ir más allá.

Supuestamente, gran parte de los problemas de Nick y Amy tenía que ver con sus finanzas. La recesión del 2008 los había obligado a mudarse del sofisticado Nueva York al convencional y conservador Medio Oeste, pero la casa que alquilan es, además de espectacular, impecable (¿quién se las limpia?).  Apenas a un día de desaparecida, ya está en marcha una frenética búsqueda nacional de Amy, y cada vez que algún personaje prende la televisión, hay un noticiero hablando  – ¿de qué más?– de la desaparición de Amy.  

“Cría fama y échate a dormir,” dice el dicho, y ese parece ser el caso de Fincher, quien por cada acierto como Fight Club tiene películas como Gone Girl. Esto actúa a su favor y en contra. Por un lado, algunos críticos parecen obviar sus fallas en respeto a sus mejores trabajos y, por el otro, se le mide con un rasero más estricto que a otros directores. La misma Gone Girl es un ejemplo de esto último. Si se tratara de cualquier otro realizador, la película pasaría por ser una muy competente adaptación de una popular novela. Dado que se trata de Fincher, Gone Girl parece más bien una oportunidad desaprovechada.  

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