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‘Sicario: Day of the Soldado’: Sin fronteras

Benicio del Toro y Josh Brolin estelarizan una secuela entre filosófica y comercial.


spinner image Josh Brolin, Jeffrey Donovan, Benicio Del Toro en una escena de Sicario.
Josh Brolin, Jeffrey Donovan y Benicio del Toro en una escena de Sicario: Day of the Soldado.
COLUMBIA PICTURES / APL Film Archive

DIRECTOR: Stefano Sollima
GUIÓN
: Taylor Sheridan
ELENCO: Benicio del Toro, Josh Brolin, Isabela Moner, Jeffrey Donovan, Catherine Keener, Manuel García-Rulfo, Matthew Modine, Shea Whigham, Elijah Rodríguez y David Castañeda.
FOTOGRAFÍA: Dariusz Wolski
MÚSICA: Hildur Gudnadottir
DURACIÓN: 122 minutos

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spinner image El actor Benicio del Toro asiste al estreno de 'Sicario: Day of the Soldado' de Columbia Pictures en el Regency Village Theater, el 26 de junio de 2018 en Westwood, California.
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Cualquier límite, cualquier titubeo, cualquier reticencia, cualquier asomo de pudor que en Sicario (Dir. Denis Villeneuve, 2015) marcaba el límite de las leyes y la moral para lidiar con el enemigo en la guerra contra el narcotráfico entre México y Estados Unidos, quedan eliminados en esta secuela. La frontera con el mal se cruza impunemente en Day of the Soldado. Si Sicario nos introducía lenta y sutilmente por el borroso camino hacia el “otro lado”, Day of the Soldado nos instala de lleno en el corazón de las tinieblas (evocando a Joseph Conrad; no por nada la película arranca en África). Hasta la geografía nos sirve como indicativo: mientras Sicario ocurría en una locación fronteriza (Ciudad Juárez), Day of the Soldado llega hasta la Ciudad de México. El estilo también cruzó una importante frontera. En Sicario, Villeneuve, junto con el fotógrafo Roger Deakins y el músico Jóhann Jóhannsson, creó una atmosfera de portento que anticipaba el peor de los horrores: el oculto, el que no alcanzamos a distinguir, pero acecha implacable. En Day of the Soldado pasamos al realismo brutal del italiano Stefano Sollima, conocido por su trabajo en la serie Gomorra (2014-2016), sobre la mafia napolitana. Significativa también una cuarta ausencia: la de Emily Blunt como Kate, el personaje cuya mirada inocente representaba la del público a medida que iba descubriendo, atónita, la escalada de transgresiones. En Day of the Soldado no hay nadie “fuera” de este universo de maldad.

El filme arranca en algún lugar de África donde Matt (Brolin), contratista del Departamento de Defensa, se encuentra en misión. Implacable como siempre, Matt le recuerda a un personaje resistente a la tortura: “Estamos en África: las reglas de Estados Unidos aquí no valen”. Hemos de suponer que lo mismo aplica para México, lugar de su siguiente comisión. El Secretario de Defensa norteamericano (Matthew Modine), lo envía a la frontera sur a atacar el narcotráfico, a quien el gobierno estadounidense ha decidido incluir en la categoría de “terrorismo”. Las reglas en ese sentido se vuelven mucho más flexibles, así que el funcionario le da “carta blanca” para que logre su propósito con cualquier medio (siempre y cuando no se pueda rastrear la participación del Departamento). Matt propone secuestrar a la hija de Carlos Reyes, el capo más poderoso de México, y hacerle creer que fue un cartel rival quien lo hizo para que se eliminen entre ellos.

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La primera parada de Matt es en Colombia a donde busca a su viejo conocido, Alejandro (del Toro), el asesino a sueldo protagonista de Sicario. Matt le explica que su lucha tiene una nueva variante: los narcotraficantes han descubierto que es más redituable traficar con personas que con drogas. Una vez que ayudan a sus clientes (a precios exorbitantes) cruzar la frontera con Estados Unidos, se desentienden de ellos, mientras que a la droga se le tenía que seguir el paso de su distribución. Alejando acepta y al principio todo sale bien. Con un numeroso equipo armado con arsenal militar secuestran a plena luz del día en la Ciudad de México a Isabel (Moner), la hija de 12 años de Reyes. Sin embargo, al trasladarla a un refugio seguro son atacados por policías federales coludidos con el cartel de Matamoros. Al enterarse del enfrentamiento en el que 25 policías mexicanos murieron, Cynthia (Keener), supervisora de la misión, le informa a Matt que el Departamento de Defensa se deslinda de cualquier nexo con él. Matt le pregunta que qué diferencia hay con lo que hacen en otros países.  Ella le contesta: “México es nuestro vecino. Hay X cantidad de estadounidenses viviendo, o vacacionando ahí, que se van a dar cuenta de que estamos violando leyes internacionales al operar en un territorio soberano: tenemos que cuidar ‘la narrativa’”. Cynthia accede a apoyar la misión en lo que debería ahora ser el único propósito: eliminar a Isabel, puesto que atestiguó los hechos.  Matt y Alejando, abandonados a sus propios recursos, tienen diferentes ideas de cómo de enfrentar la situación. Ambos tienen que decidir cómo —y si— se debe eliminar a la hija del hombre que ha asesinado a miles de personas y, en el caso de Alejandro, a su propia hija y esposa.

A diferencia de Sicario, donde el horizonte moral estaba claramente definido, todo es confusión en Day of the Soldado. Ya no se sabe quién es quién y qué es qué: todos los personajes tienen su lado siniestro. Los “polleros” mexicanos encargados de cruzar a los asustados y desesperados migrantes, por ejemplo, los tratan con el mismo desdén que si fueran mercancía. Burlonamente se refieren a ellos como “futuros americanos”. En ese sentido Day of the Soldado es una aterradora actualización de la situación que desde Sicario se ha tornado aún más escalofriante. Nada se distingue en los enfrentamientos armados, replicando el caos en el que parecemos estar sumidos en estos tiempos.

Además del vasto reparto de actores hispanos de mayor o menor renombre, Day of the Soldado cumple como cinta de guerra, crimen y hasta tiene ciertos tintes de wéstern. Funcionará para quien acepte la transacción entre la original y su secuela como un medio camino entre un cine filosófico, meditativo y profundo y el más ágil y dinámico cine comercial. Por otro lado, no se puede ignorar que la principal víctima es el final, uno completamente inverosímil.

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