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La conquista de Richard Gere en 'Norman'

El "hombre que todo lo puede" en Manhattan nunca se detiene.

DIRECTOR: Joseph Cedar
ELENCO: Lior Ashkenazi, Steve Buscemi, Charlotte Gainsbourg, Richard Gere, Michael Sheen
DURACIÓN:
117 minutos
CLASIFICACIÓN: R

In English | El mundo le presta muy poca atención a Norman (Richard Gere), un operador de Manhattan ya entrado en años. Durante toda su carrera vagamente definida, Norman se ha dedicado a conseguir miles de contactos profesionales al azar (a quienes ha llamado sus "amigos"), para luego encontrar la manera de involucrarlos en negocios complejos.

Norman se define a sí mismo como un consultor. Todos lo llaman un pesado.

Pero incluso un pesado logra tropezarse con un ganador en alguna ocasión, y el director y guionista Joseph Cedar introduce el personaje de Norman en ese preciso momento: encuentra a un tipo que aparenta ser importante en una acera de Nueva York y entabla una conversación con él. Cuando se entera de que el extraño es un diplomático israelí de nivel medio llamado Eshel (Lior Ashkenazi), Norman se convierte en su amigo al punto de llevarlo a una tienda elegante para caballeros donde le compra un par de zapatos muy costoso (¡matices de Pretty Woman!).

Al principio, Eshel se resiste. Pero entre los dones que Dios pudo haberle negado a Norman, la simpatía y el poder de persuasión no le faltan. Le compra el par de zapatos al hombre, guarda la tarjeta de presentación de Eshel en su bolsillo y lo considera como posible cómplice para su próximo negocio, que aún no ha desarrollado.

Escena de la película Norman: The Moderate Rise and Tragic Fall of a New York Fixer

Sony Pictures/Cortesía de Everett Collection

Richard Gere y Lior Ashkenazi protagonizan "Norman".

Tres años más tarde, Eshel inesperadamente se convierte en el primer ministro de Israel. Norman estaba incrédulo —o tal vez no, pues no puede contener su entusiasmo por todo, al punto de no saber si entiende que el 90% de sus esfuerzos son innecesarios—. De todos modos, Norman saca provecho de su nueva influencia internacional —sin darse cuenta de que los favores que un operador le pide a un burócrata de Queens pueden tener resultados nefastos en el entorno mundial—.

Gere se entrega al papel de Norman con una pasión que deleitaría a su mismo personaje. Con sus ojos siempre abiertos y despeinado como un niño de 5 años, Norman atraviesa los parques urbanos cubiertos de nieve y saluda efusivamente a los negociantes, que en ese momento preferirían que fuera un ladrón quien los persiguiera.

Es una parte divertida, pero Gere —quien todavía continúa estableciéndose como uno de los actores más adeptos de la pantalla grande— logra transmitir el dolor que hay detrás de todo el exterior pomposo de Norman. Es claro que no tiene a nadie en el mundo. Parece haberse casado, pero quizás no. Usa la misma ropa casi todo el tiempo y nunca vemos su hogar. En una escena emotiva, Norman da la impresión que pasará la noche en Penn Station.

Cedar logra magistralmente colocar un velo sobre su personaje principal, un hombre cuyo tiempo ha pasado. No obstante, puede que Norman nunca haya podido tener la oportunidad de satisfacer sus necesidades extravagantes: su deseo de ayudar a los demás entrelazado con la pasión de que lo consideren como una figura importante en la ciudad por la que parece divagar como un perro callejero. Cuando Norman hace su última jugada para cerrar el negocio más grande que haya hecho nos resulta escandaloso —y apropiado—.

A pesar de que Norman se mantiene en la periferia del resto del mundo, en la película se ve un sinnúmero de personas que lo conocen, tanto como él lo permite. Dan Stevens y Michael Sheen tienen papeles secundarios, al igual que Charlotte Gainsbourg que interpreta a una reportera que trata de descifrar la relación entre Norman y el primer ministro. Lo mejor de todo es Steve Buscemi como el rabino de Norman: es evidente que él conoce la vida secreta de Norman, pero opta por mantener la discreción y no involucrarse.

Esta es la primera película en inglés de Cedar —un director de Nueva York que por décadas ha trabajado mayormente en Israel— y espera que prestemos mucha atención a la política israelí. Pero cabe mencionar que algunas de las escenas transcendentales constituyen la primera vez que se permite filmar dentro del Knéset o parlamento israelí (y esa, queridos lectores, es la razón por la cual los críticos de cine se quedan en la sala hasta que terminan los créditos).

¡Qué política ni qué nada! Este es el universo de Norman y, al final, llegamos a envidiar su habilidad de tomar la vida a la ligera con su vista firme hacia adelante. Sí, Norman sabe que nadie compra lo que él vende. Pero la alegría de vender, en serio —ahí es donde está la acción—.

Bill Newcott es escritor, redactor y crítico cinematográfico para AARP Media.

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